IRENE MARTÍN MOYA
Málaga (España). Tarde de incertidumbre, incluso a la salida de los toros cuando algunos calificaban la corrida como interesante y otros, por el contrario, encontraban pocos argumentos. Esto suele ocurrir cuando se lidian toros de Victorino Martín cuyo comportamiento resulta tan difícil de descifrar. Javier Castaño fue el único que cortó oreja en una faena que pudo ser más. Mayor sensación causó El Cid al natural frente al cuarto, labor que pinchó emborronando el triunfo. Interesante de por sí resulta esta ganadería, pero salvo esos dos toros, pareció menos de lo esperado dado el triunfo del año pasado. Por otro lado, Manuel Escribano debutó en La Malagueta con un lote de pocas opciones. Pongamos pues, que quizásMiura, a poco que se deje, tiene suficientes opciones de ganar el II Desafío Ganadero. Que además este año cuenta con numerosos aficionados que ocupan más de tres cuartos de plaza.
Castaño pusó el quinto en el caballo tres veces, cosa que no gustó al público. Fue el turno de que se luciera su cuadrilla que protagonizaron un buen tercio de varas y de banderillas. El toro tuvo movilidad y clase en la embestida pero el acople del torero no fue siempre el preciso y hubo enganchones. Tampoco las miradas del animal facilitaban la labor. Lo mejor fue la estocada. Paseó una oreja. El segundo fue bravo en el caballo empujando con fijeza en el primer puyazo y de igual manera tras arrancarse desde lejos en el segundo. En la muleta tuvo una embestida de buen principio pero sin finales. Fue manejable y Javier Castaño pudo desarrollar una faena de muchas series sobre ambos pitones. Estocada tendida y ovación.
Soberbio El Cid al natural con el cuarto, un toro que sí humilló y tuvo fondo, no exento de riesgo. El Cid toreó con gusto y despaciosidad con la zurda, dejando naturales muy verticales, con ritmo en las series. En una serie final se libró del percance, cuando el toro le rompió la taleguilla por la parte posterior del muslo en un derrote. El espadazo final no fue suficiente y el desacierto con el descabello le robó un triunfo seguro. En su lugar dio una vuelta al ruedo. El Cid realizó una faena de maestría y experiencia con el primer Victorino. El sevillano dejó constancia de que es un experto en este tipo de toro que se queda corto, pega derrotes y no tiene fijeza en la muleta. Hubo una serie por cada pitón como si se tratara de un toro que no tuviera peligro, aunque lo tuvo. Pinchó dos veces antes del estoconazo final y saludó una ovación.
Manuel Escribano protagonizó un tercio de banderillas muy puro, clavando en la cara del animal, pero sin el riesgo habitual en él. El toro llegó a la muleta rajado y sin transmisión alguna. Lo de humillar no iba con el animal. Lo pasaportó de media estocada y descabello. Cornicorto pero de mayor volumen el sexto. Escribano tuvo que saltar las tablas en el par de banderillas, marca de la casa, sentado en el estribo. Puso un cuarto par al violín hacia dentro y el público se volcó con él. El toro tuvo una embestida informal, colocaba la cara pero no se entregaba, o no obedecía al engaño y se rajó.
Soberbio El Cid al natural con el cuarto, un toro que sí humilló y tuvo fondo, no exento de riesgo. El Cid toreó con gusto y despaciosidad con la zurda, dejando naturales muy verticales, con ritmo en las series. En una serie final se libró del percance, cuando el toro le rompió la taleguilla por la parte posterior del muslo en un derrote. El espadazo final no fue suficiente y el desacierto con el descabello le robó un triunfo seguro. En su lugar dio una vuelta al ruedo. El Cid realizó una faena de maestría y experiencia con el primer Victorino. El sevillano dejó constancia de que es un experto en este tipo de toro que se queda corto, pega derrotes y no tiene fijeza en la muleta. Hubo una serie por cada pitón como si se tratara de un toro que no tuviera peligro, aunque lo tuvo. Pinchó dos veces antes del estoconazo final y saludó una ovación.
Manuel Escribano protagonizó un tercio de banderillas muy puro, clavando en la cara del animal, pero sin el riesgo habitual en él. El toro llegó a la muleta rajado y sin transmisión alguna. Lo de humillar no iba con el animal. Lo pasaportó de media estocada y descabello. Cornicorto pero de mayor volumen el sexto. Escribano tuvo que saltar las tablas en el par de banderillas, marca de la casa, sentado en el estribo. Puso un cuarto par al violín hacia dentro y el público se volcó con él. El toro tuvo una embestida informal, colocaba la cara pero no se entregaba, o no obedecía al engaño y se rajó.
Plaza de toros de La Malagueta. Segunda de feria. Más de tres cuartos de plaza. Toros de Victorino Martín. El Cid, ovación y vuelta al ruedo;Javier Castaño, ovación y oreja y Manuel Escribano, silencio y silencio. Se guardó un minuto de silencio al término del paseillo en memoria de Juan Romero Díaz. Marcos Galán recibió en el ruedo el premio a la mejor brega del año |
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